miércoles, 10 de enero de 2018

Abandonados por el sistema público de salud

Así nos sentimos en estos momentos, abandonados por el sistema público de salud.

Puede parecer un poco repetitivo de mi parte, pero con dos criaturas, una de 4 años y otra de 2 meses, no es para menos. Quizás alguien lea esto y se lo piense dos veces antes de venir con hijos aquí o se plantee tenerlos.

Cierto es que a nivel económico hay ayudas que, probablemente, no se igualan en otras provincias canadienses. No obstante, es casi imposible acceder a un médico y, cuando se consigue, no presta la atención suficiente ni dedica el tiempo necesario a una consulta pediátrica básica.

Con dos meses de vida, nuestro hijo Matt sólo ha visto a su pediatra una vez en el hospital, al día siguiente de nacer, y una vez en la consulta de la clínica, donde el examen duró escasos 10 minutos y se basó en preguntas sobre su comportamiento y habitudes más que en un examen físico de rigor (comparado con el que hacía el pediatra de nuestra hija Carla en España).

Hace unas 3 semanas y debido a problemas de salud cuya gravedad no era tal como para acudir a urgencias de un hospital, nos dirigimos a una clínica sin cita o sans rendez-vous (sólo se puede pedir cita si se tiene un médico de familia en la clínica, lo cual no es nuestro caso). Eran las 11:00 de un sábado y nos dijeron que la clínica estaba cerrada y que no cogían más pacientes. Teníamos que volver a llamar cada hora para ver si abrían las listas y, entonces, volver a la clínica para apuntarnos (todo esto con los dos niños y a una temperatura exterior rondando los -20ºC).

Obviamente, preferimos volver a probar suerte el lunes a mediodía. Después de unas 2 horas de espera nos atendió una enfermera para recoger la información básica de diagnóstico y, otra media hora después nos convocaron a una sala de consulta. Otra media hora más tarde apareció el médico que, sin tocar más que sus manos para ver si tenía algo en las manos que pudiera provocarle malestar (se les pueden liar hilos de los guantes, por ejemplo), lo observó por encima, nos comentó que no estaba deshidratado y que, en general, todo estaba bien. Así, nos fuimos de vuelta con el consejo de mezclar algo de cereal de arroz en la leche para espesarla. Si no mejoraba, debíamos dirigirnos a su pediatra habitual para intentar planificar la cita para más pronto. Ni auscultación, ni examen físico de ningún tipo, nada.

La semana pasada nos acercamos a la clínica donde tiene asignado su pediatra para avanzar la cita, ya que su salud no mejora, pero nos dijeron que el pediatra ya había visitado dos días antes y que la siguiente visita era a finales de enero, cuando le toca a Matt. Si queríamos tener una cita antes con otro pediatra teníamos que volver a la clínica sin cita para que nos hicieran un escrito conforme se requería avanzar la cita con el pediatra (absurdo pero cierto).

Finalmente y dada la relativa cercanía de su cita programada para finales de enero, hemos decidido esperar, con el sentimiento de que la saludo de nuestro bebé no importa a nadie en Québec.